Un recorrido por la vida de quienes escribieron parte de la historia

domingo, 17 de abril de 2011

Esta entrevista forma parte de las primeras que el autor de este blog realizó al principio del mismo, hoy, con motivo de la Semana Santa, reponemos para los lectores, un encuentro con Jesús, tal vez no tan imaginario para quienes sabemos que su presencia espiritual nos acompaña siempre, la entrevista es en sí, un momento de reflexión con uno de los seres más extraordinarios que haya o no existido, su sólo nombre sugiere un estremecimiento del alma, su vida, su muerte, significan un ejemplo universal de amor por el prójimo y desprendimiento total de lo terrenal por el sueño de un mundo humano y cierto, vale decir, por un cielo mejor.


Jesús habla y dice:

"Muchas cosas buenas os he hecho,

¿por cuál de ellas me queréis apedrear?"



Pocas veces nos encontramos frente a la expresión de un hombre en la actualidad que denote el significado de la paz interna, de la serenidad, mucho más si se consideran los tiempos convulsos de la dinámica de la modernidad. Sin embargo, en este particular hombre de quien haremos referencia, la paz se inicia justamente en el alma, una paz que nos debe llevar al encuentro con Dios, a través de la bondad y la caridad con los semejantes. Hablar de la existencia de este ser, no resulta sencillo, pero esta entrevista no pretende develar los misterios de su vida, pues el hecho extraordinario de que millones de personas en el planeta, lo piensen, lo adoren, lo extrañen, lo hace existir, a pesar de los dos mil años que han transcurridos desde aquel momento histórico en que vino al mundo. Estamos hablando de Jesús.



A diferencia de otras entrevistas, en ésta, Jesús era quien me esperaba, tal vez queriendo significar que no sólo espera por mí, sino por todos los seres del mundo que buscan el camino de la fe, que buscan la fuerza necesaria para resistir y esperar la entrada al Reino de Dios. Sentado en una piedra, rodeado de la naturaleza, en un lugar que me recordaba el sitio en el que fue apresado mientras oraba, me esperaba para iniciar la conversación. Miraba Jesús hacia el cielo, como recordando, como invocando, tal vez suplicando al Creador el permiso para su tan deseado regreso al mundo terrenal. Interrumpí su momento, confesando que me estremeció cuando volteó a mirarme. Sí, porque sus ojos irradiaban regocijo, amor, paz...y hasta un tono de tristeza profunda llegué a captar. Estaba frente a Jesús, el nacionalista judío, el rebelde, el hereje religioso, el Mesías, Jesús El Cristo, Jesús la leyenda, Jesús la entrada principal al Reino de Dios. Busqué primero indagar de dónde provenía aquella sutil tristeza que irradiaba su mirada.



- Jesús, mi Señor, dígame ¿ Hay algún dolor en su espirítu al comtemplar al mundo moderno y a sus hermanos ?

- Jesús: Hijo, los tiempos son como la brisa, van trayendo una sensación refrescante y, al mismo momento deja la inquietud de nostalgia cuando se sospecha que esa brisa se irá. Yo nací en una aldea, en un pueblo polvoriento, de sólo centenares de personas, un pueblo sometido y esclavizado por el Imperio no de Roma, sino el Imperio del Mal, ese mal que se incrusta en los hombres y que convertido en poder, expande el dolor. Frente a eso lo que hice fue propagar la palabra de Dios. Y lo hice convencido de que vendrían días de hermandad, días de paz y de entrega, lo hice con amor y con fe. Hoy, te puedo decir hijo mío, que aún con las atrocidades del mundo actual, con Satanás al lado de muchos hombres y de muchas mujeres, Dios está más cerca que hace dos mil años. Pero no es suficiente. La idea no es que mi Señor esté más cerca, sino que esté dentro del alma de cada ser humano. Hay dolor, pero también existe el perdón...

- Jesús, cuéntanos la historia de tus primeros años...si naciste en Belén, ¿ por qué te dicen Jesús de Nazaret?

- Jesús: Muchos han escrito sobre eso hijo, bueno, en verdad debería llamarte hermano, pues todos somos hijos de Dios. Verás nací en un establo, en Belén, nací en un lugar en que guardaban a los animales para resguardo de la noche. Mi madre buscaba un sitio adecuado pero en verdad no hubo tiempo. El lugar en el que naces no carece de valor, si estás rodeado del amor y de la dicha de tu llegada al mundo. Ese amor proviene de Dios. En cuanto a lo de Nazaret, resulta que en arameo de la época, la lengua más corriente en Palestina, existía una diferencia clara entre Názári, es decir "observador" miembro de una secta conocida como Nazarenos, y Nazéri, natural de Nazaret. José, mi padre había pertenecido a la secta rigorista de los Nazarenos, de allí la confusión. La historia distorsionada muchas veces, me ha convertido en un ser sublime y distante, cuando en verdad te digo, hubiera preferido ser tan sólo un hombre, un hombre de pueblo revelador de la palabra de Dios. Yo nací con la adversidad enfrente, como muchos niños, nací con la injusticia de la opresión del fuerte contra el débil, rodeado de la codicia de algunos y de la pasividad de otros. Pero ante aquello estaba el amor y la protección de Dios y de mi familia. Yo fuí niño, corrí por las praderas con mis amigos, trepé árboles, correteaba para que mis padres no me castigaran por alguna travesura. Y mis primeras acciones de bondad fue con los animalitos del campo, muchos de ellos, incluso los más fieros, eran inocentes criaturas de Dios, indefensos frente a la maldad humana. Cuando sobrepasé los catorce años, fuí involucrándome más con la reflexión, con las ideas de elevación espiritual y me hice más místico. Entonces decidí conocer otras tierras, al principio con algunos amigos, luego éstos abandonaron por las penurias de la travesía. Solo, muy solo, me acerqué más Dios, entendí que tenía una misión encomendada...


- ¿Y entendiste que la forma de predicar en aquel convulsionado lugar, no podía ser igual al de otros profetas?


- Jesús: Sí, no era la idea confrontar al escenario político. Nunca. Mi tarea era acercar a mis hermanos a Dios, predicar un mundo distinto, pero un mundo espiritual, un Reino Interno. Desde allí, con Dios por dentro, nada adverso perdura. Entonces, cierto día ví a un grupo de personas que rodeaban una laguna y me acerqué con curiosidad. Allí estaba Juan, Juan El Bautista. Era un hombre duro de palabra, pero rebosante de fe. Fuí apartando gente para observarlo de cerca...y me impactó su verbo. entonces me miró fijamente, como si reconociera en mí algo especial, como si supiera cuál era mi intención en los días por venir. Me invitó al bautizo. Mientras me bautizaba, me dijo "Tú transmites una fuerza capaz de mover al mundo, una fuerza que Dios te ha dado para irradiar de luz todo aquello donde reine la oscuridad".


- Jesús, ¿y los milagros?


- Jesús: Nada me fue dado sin la autorización de mi Señor. Mi formación había dado a mi mente un nivel de concentración que era potencializado con la fe. Convencido y entregado a la bondad por el prójimo, un día, sentado así como estoy en esta roca, ví pasar a un hombre que llevaba en su mano una cesta de alimentos para su familia, pero tenía malformación en una de sus piernas, se apoyaba en un trozo de madera para caminar, su cara reflejaba un intenso dolor. Al pasar frente a mí, miró al cielo y dijo en voz alta: "Dios, ¿no ves como sufro?". Estaba claro, que creía en Dios. Entonces, una fuerza superior a la mía me levantó de la piedra, y me acerqué a aquel hombre y le dije: "Dios, no sólo ve cuánto sufres, sino que ve cuánto crees". Posé mi mano sobre su frente. De pronto el anciano cayó al polvoriento suelo y frente a mis ojos, su pierna se fue enderezando lentamente. Quedé sorprendido y supe que Dios obraba a través de mí. Pero no me era dado ese poder para curar cuerpos, sino para curar almas. El verdadero milagro no era devoloverle la vista a un ciego, ni hacer caminar a un paralítico, o dar pan a decenas de personas en un desierto, el verdadero milagro era que creyeran en Dios con más fuerza y más pasión. Y eso era necesario para los días por venir.


- ¿Qué significó María Magdalena en la vida de Jesús?


- Jesús: María fue una fiel seguidora de la palabra de Dios. María fue una mujer entregada a la lucha por la justicia, una mujer sencilla, como muchas de hoy, con sus errores, con sus pecados a cuestas, una mujer que me acompañó en el duro camino que el Señor había escogido para mí. María es un símbolo de la mujer, es la expresión de la lucha contra la adversidad, contra el dolor. Dicen que fue mi esposa, que las bodas de Cannan, era mi boda con ella. Yo digo que fue para mí, la hermana, la amiga, la esposa, la compañera...la hija, la madre...como lo son todas las mujeres del mundo para mí hoy día.


- Y de aquellos días del Jesús frente a la muerte...¿qué nos dices?


- Jesús: Quisiera aclarar que en aquella época y en los años siguientes resultaba muy difícil hablar de manera explícita, era un peligro. Hablar en parábolas era una manera de escapar de la represión, pero tambiém fue la forma de hacer que quienes me escucharan, se dedicaran a reflexionar con la palabra que les entregaba. Judas, representó el papel de la codicia y de la traición. Y así quien pase por tales pecados debe detenerse y cambiar para bien. Ese día confieso que tuve miedo, yo no era un super hombre, nunca lo fuí, tuve la fortuna de contar con la fuerza que Dios me daba para seguir, pero era de carne y hueso y sufría como tal todo aquello que fisícamente me afectara. Cada azote, cada latigazo, me estremecía el cuerpo y el alma, sentía que mi sangre brotaba, tanto como brotaban mis lágrimas. Tenía una mezcla extraña de dolor y regocijo. Me dolían más los gritos de quienes se alegraban de mi captura, tan sólo para evitar que la falsa paz política en la que creían vivir fuera alterada por una rebelión civil, pero, al mismo tiempo sentía un regocijo sublime al saber que mi muerte podía contribuir a crear el camino hacia un mundo digno de los seres creados por Dios. La mayor verguenza para un hombre sentenciado a morir en la cruz, era tener que llevar la madera por varias calles, completamente desnudo, así la maldad romana conseguía persuadir a los habitantes de su dominio. El peso de la madera, sumado a los latigazos que se sufría durante todo el trayecto producían un dolor extremo. Luego los clavos, acostado mirando al cielo, primero un martillazo que hundía el hierro frío en mis muñecas y extendía el dolor por todo el cuerpo, un recorrido escalofriante. Luego justo cuando el dolor se amotiguaba...otro clavo entraba. Ya elevado sobre la cruz, se iba produciendo una tetania progresiva de los músculos toráxicos, eran horas de una respiración artificial. Pensé en verdad que Dios me había abandonado. Abajo mi madre, su rostro reflejaba, sin duda mucho más dolor que el mío, la ví y no pude resistir, me rendí.

- ¿No fue en vano tanto sufrimiento?


- Jesús: No, fue la vida que Dios escogió para mí. Muchos han odiado y matado en mi nombre y en nombre de Dios. Y todas han sido perdonados. Pero igual, el mundo que conocemos pudiera haber desaparecido ya, si no fuera por el muro de contensión que significa la palabra evangelizadora, la fe, el amor y la esperanza. Y les digo en verdad...

- Jesús, y aún así hay quienes hoy día no creen en Dios, y no creen en tí ¿qué les dirías?


- Jesús: Muchas cosas buenas os he hecho, ¿por cuál de ellas me queréis apedrear?". Eso les diría. Tengan fe, miren hacia adentro de sus almas, busquen en la mirada inocente de un niño o en la mirada agotada de una anciana, la señal de la vida, la gracia que Dios les ha dado de vivir...digan conmigo: "Padre nuestro que estás en los cielos..


Y como aquellos apóstoles me arrodillé con Jesús a orar. Luego me fuí pensando que su misión aún no ha terminado, que quizás como dicen algunos grafittis en las urbanas calles del mundo "Cristo vuelve". Dejé a aquel hombre, orando, pensando...tal vez soñando.






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